domingo, 4 de marzo de 2012

Poesía en el primer piso.


El lugar: la calle Regina número ocho, en el primer piso de un establecimiento llamado El Gato en Bicicleta. El momento: uno de Marzo, puntualmente a las seis y media de la tarde. Los actores: Gabriel Pérez y Carlos Jiménez, además de una veintena de oyentes.

La sala era una habitación de aspecto reformado pero sin perder un ápice de la holgada acústica propia de una antigua habitación que en otro tiempo había formado parte de una típica casa de vecinos del centro de una ciudad peninsular cualquiera. Las paredes estaban en silencio y aproximadamente una veintena de pares de ojos parpadeaban sin cesar con la vista fijada en las dos personas que estaban sentadas en el primer plano de la escena. Puede que impacientes. Tras unas palabras de descripción de sus respectivos credenciales -ambos jóvenes estudiantes universitarios- comenzaron por turnos a recitar sus poesías.

Al principio de cada poema trataban de situar al despistado oyente en cuanto a la motivación y a la temática de estos mediante unas palabras aclaratorias sobre el qué y el porqué. El uno con una extremada influencia romántica del tipo becqueriana, para nada goethiana,  que producía al escucharlo una sensación intensa de cohibido rechazo provocado por un vocabulario que además de pedante era en su mayoría del mismo campo semántico. Aunque la rima era bastante perfecta y hubo algún fragmento en particular que era bastante acertado en cuanto al cumplimiento de su objetivo, se podía apreciar que el creador no era muy dado a hablar en público ya que su oratoria entrecortada y tímida hacía perder valor a su obra. No eran ésos poemas concebidos para su recitación, sino más bien para su lectura. El otro engañó a la audiencia primeriza de él en cuanto a sus pretensiones. En sus primeros cinco o seis poemas no causó demasiada expectación, al menos lírica, pues sus palabras respondían a sucesos demasiado privados (imágenes de la infancia, familiares difuntos etc.) y tratados con un desdén que irradiaba arrogancia.

Pero llegado el momento supo cuando sacar la artillería: justo al final. Tras unos pequeños rifi-rafes con algún molesto allegado se creció con unos versos libres que tenían un estilo claro y directo, factor que agradeció la gran mayoría de la audiencia. No faltaron la crudeza de determinados detalles sexuales ni el tratamiento sórdido de temas sórdidos de por sí (existencialismo materialista entre otros). Al terminar un sonoro aplauso envolvió la sala, a lo que le siguió una exigua ronda de preguntas, sugerencias y comentarios poco aprovechada. Después vino el desalojamiento casi inmediato de la sala, la cual quedó como al inicio, vacía, austera y silenciosa.

Esta fotografía me pareció oportuna debido a los considerables niveles de lírica irreverente  y metáforas al uso.
Perspectiva psicodélica de un primer piso


Fuentes: La información ha sido obtenida de forma directa, sin intermediarios, mediante la asistencia al evento. http://ungatoenbicicleta.wix.com/libreria-gato
La fotografía es propia.
La redacción del texto es propia.

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